Una banda de delincuentes juveniles tenía un método refinado para actuar. Ingresaban a un negocio en grupo y dos o tres se separaban de los más. El grupo se alejaba y comenzaba una pelea de gritos, lo que concentraba la atención de los empleados y clientes. Todos los ojos se fijaban en los alborotadores, lo que permitía que los ladrones errantes se llenaron los bolsillos con mercadería o dinero en efectivo y abandonaban el negocio antes de que alguien siquiera sospechara lo que sucedía.Podían llegar a pasar horas e incluso días antes de que el comerciante víctima del hurto se diese cuenta de que le faltaba algo e hiciese la denuncia a la Policía. Para entonces, los ladrones estaban bien lejos y no existía posibilidad alguna de recuperar lo robado.La tentación opera de la misma manera. Nos distrae por medio del encanto de la fama, la fortuna, el poder o la satisfacción de los deseos de la carne. Mientras tanto, nos apartamos de los pasos certeros que debemos dar hacia el cumplimiento de